Dicen que hay un pueblo que tiene una calle estrecha, rodeada de canteros con plantas florecidas, por la que pasan los ancianos que han cumplido sus sueños de vida, que han formado una familia o han realizado las misiones que les fueron señaladas.
Esta calle misteriosa lleva a un camino desconocido por el que la gente más joven no puede transitar. Los que han intentado hacerlo se han quedado dormidos en el camino, han decidido regresar por algún miedo incomprensible o simplemente desistieron porque presintieron que, si seguían, romperían alguna especie de magia.
Cada día, un grupo grande de ancianitos cruza la calle que se llena de pobladores que los saludan a los lados. Ellos, los viejitos, van avanzando lentamente y sonriendo, mientras devuelven los saludos a todos aquellas personas que se congregan allí para darles una despedida llena de colores, música, papel picado, niños bailarines y coros de jóvenes que entonan las canciones más adoradas por cada uno de los ancianos.
Cuando a un viejito le toca andar por esta calle lo presiente un día antes, pero no se entristece. Simplemente se levanta de su mecedora o cama, le da la noticia a su familia y amigos, y se alista para, durante la jornada siguiente, a la hora que le apetezca, marchar hacia ese lugar al que ningún otro humano más joven puede ingresar.
Una vez que se pierden de la vista de la gente que los despide, los viejitos no regresan más. Muchos dicen que ingresan a un portal que los lleva al cielo. Otros dicen que cruzan a una dimensión donde viven todos juntos, en una gran casa con todas las comodidades que necesitan.
Nadie llora cuando los ve pasar por esa calle. No hay lugar para las lágrimas en esos adioses cotidianos. Todo es una fiesta como sí, de alguna forma, comprendieran que en algún momento volverán a verlos, aunque pasen muchos, muchos años.
A varias personas se les fue el miedo de llegar a la ancianidad, porque les da mucha curiosidad saber por qué los viejitos caminan hacia ese lugar sin titubear, seguros de que van a un lugarcito mejor.
Brillan luces mágicas en el monte donde se adentran los longevos.
–Alessandra Waitomo, actriz y escritora de Paraná, Entre Ríos, Argentina, nacida en 1983. Autora de la novela “A la luz del sol”, del libro de poemas y cuentos “Flores y monstruos de un bosque de letras” y de la novela “Madraza”. En cine actuó en cortometrajes, películas y series.