Estoy aquí buscando o escapando del presente; refugiándome o escondiéndome del mundo solitario que he elegido para mí ahora. Entro al lugar y encuentro mujeres de todas las edades caminando con libertad entre los casilleros, las sillas de descanso y lo camerinos. Un espectáculo de risas y apertura femenina. Las historias me arrebatan instantáneamente del espejismo del silencio. Se me ocurre que estoy aquí para recordar que mi cuerpo es mi casa, el hogar que abandonaré cuando la inmovilidad de todos los circuitos obligue mi danza misteriosa y salvaje al congelamiento.
Escucho con atención y las percibo colombianas, latinas, dueñas de la palabra, poderosas en sus cuerpos y sus formas; capitanas de sus familias, dueñas de sus vidas y sus deseos. Defensoras de sus espacios, sanadoras, transmisoras de los misteriosos conocimientos femeninos. Con el desborde de sus carcajadas se apartan con naturalidad del erotismo aprendido y más allá de los temores programados en la memoria, atraviesan los límites de la falsa inocencia.
El olor a eucalipto impregna los rincones de las memorias de mi cuerpo y una clase de grito atrapado busca evaporarse en medio del calor. Es una búsqueda de quietud inexorable de los pensamientos, una salida secreta o un portal que me conduce a una asamblea de mujeres sabias, que incluye a mis abuelas, mi madre y mis tías; todas campesinas e indígenas en el retiro matutino del sauna.
Seguramente también han llegado hasta aquí para acallar el universo que han creado allá afuera. En medio del vapor se mezcla la contemplación con las voces y acentos, las recetas de cocina y los trucos de belleza; los consuelos, los conjuros y la repetición de historias narradas desde cuerpos distintos. Las armaduras quedan bajo llave en los casilleros y la separación aparente desaparece; con el sudor cae la ilusión de la división de la historia y nos encuentra la memoria, el camino que nos ha traído aquí.
Pienso ahora en la inutilidad de la pulsión que quiere escapar de la raíz y descubro que el origen no es des-habitable. Al árbol hay que recorrerlo hasta el cansancio, integrarse con los frutos, explorarlo profundamente hasta comprender el conocimiento que por derecho de nacimiento nos corresponde. Y entonces descubro la felicidad del pensamiento en el cuarto de madera; esa revelación escandalosa que sólo yo escucho. ¿Qué más puede evaporarse? El juicio, las fronteras, el olvido, el dolor, el cansancio, el silencio.
-Karolina Peña (Tunja-Boyacá). Licenciada en Idiomas Español-Inglés y Magister en Literatura de la Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia. Profesora de la Facultad de Ciencias Humanas de la Universidad Nacional de Colombia.
Encuentro la escritura escuchando las pulsiones, la inconformidad, la confusión y la necesidad de hallar sentido. Una indagación intuitiva que me lanzó al hallazgo de universos masivos que se revelan en las historias que he leído y las que encuentro en mí. Permití que el camino hablara y me condujo a la Licenciatura en Idiomas de la Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia; afortunadamente encontré aliados y entonces perdí el control de la búsqueda. En el 2004 empecé a trabajar con el semillero de investigación Lenguaje y Paz en sesiones de escritura y en la organización de intervenciones de los espacios con escrituras instaladas. Desde entonces, el recorrido se extendió a la realización de un trabajo de grado en investigación-creación y luego en la Maestría en Literatura, con una investigación sobre la ciudad de Tunja, la escritura y el caminar.
Karolina, me encantó el lenguaje que utilizas para expresar tus ideas. Es un placer leerte y conocerte a través de tus letras.