Desde tiempos inmemoriales la escritura femenina ha tenido que vencer grandes problemas políticos y sociales, mucha de esa escritura se ha quedado perdida en el tiempo, mientras otra tanta ha tenido la suerte de prevalecer y lograr la hazaña de vencer prejuicios y adueñarse de la literatura.
Hoy por hoy, podemos notar que la escritura de mujeres no es marginal, se ha ganado su lugar gracias a su brillantez y genialidad, la suma de obras literarias han enriquecido enormemente nuestras letras, en donde se habla con más libertad acerca del cuerpo femenino.
El propio cuerpo es una presencia notable, palpable, tan fuerte que […] se logra casi oler sus secreciones, “los líquidos amargos”, “las heridas abiertas” […] El cuerpo de la mujer mexicana, a través de sus poetas, encierra en sí muchos componentes: el descubrimiento del placer no es el único. (Manca, 1989: 18)
El Estado de México no es la excepción, pues es una extensión territorial de donde han emergido grandes poetas, tal es el caso de Flor Cecilia Reyes, su poesía nos ha ayudado a re-construir y de-construir el cuerpo femenino a través de la palabra.
Los discursos patriarcales que nos han acompañado a través de los siglos, han hecho del cuerpo femenino una prisión para las mismas mujeres, pues han sido definidas como la anticultura, la sombra de ellos, las mujeres son lo que los hombres quieren ver de ellas.
Ellos han cometido el peor crimen contra las mujeres: las han arrastrado, insidiosa, violentamente, a odiar a las mujeres, a ser sus propias enemigas, a movilizar su inmenso poder contra sí mismas, a ser las ejecutoras del viril trabajo. […] Ellos dicen que hay dos cosas irrepresentables: la muerte y el sexo femenino. (Cixous, 1995: 21)
En este sentido, la poesía de Flor Cecilia Reyes logra desarticular los discursos patriarcales para re-configurar el cuerpo femenino desde la escritura. Veamos porqué.
LUNAR
No le des a la luna de escobazos
porque roce tu piel
en noches solitarias.
no corras las cortinas
ni cierres los postigos
para evitar que llegue hasta tu cama
y te dé por aullar como una loba.
Conjúrala mejor
y cuenta por veintiocho los abismos.
Acércala a tu insomnio,
invítala a tu rito;
libera al colibrí que guarda los embrujos
sumérjanse en un baño de gardenias,
únjanse en aceites y en inciensos,
palmea con pirú los huecos del amor
y beban en las copas
del vino serenado con la espera.
Así, plena y redonda
colgada de la noche
no volverá, te digo
a alborotar mareas.
(Reyes, 2000: 37-38)
En el poema anterior, Flor Cecilia Reyes habla de la luna, relacionándola con el ciclo menstrual, haciendo hincapié en los tabúes, pues la menstruación se encuentra sumergida en el silencio, es algo considerado como sucio e indeseable, por tal motivo no se puede hablar de ello.
Guardiana de nuestros miedos y patrona de la oscuridad es la luna. Su ciclo corto del plenilunio a la luna nueva camina, con pies nocturnos, o para mejor decirlo hace un vuelo nocturno, a la par del ciclo de la vida y de la fertilidad de las mujeres adultas. Esta contigüidad ha permitido, en muchas culturas la asociación de la luna y las mujeres, pero esta asociación ha tenido y sigue teniendo en su base el discurso del mal. Nuestras sociedades nos han enseñado a temerle. (González, 2007: 137)
Las sociedades patriarcales nos han enseñado a temerle a la luna por estar ligada a lo oscuro y a lo femenino, ambas son parte del discurso del mal, las mujeres son vistas como sinónimo de negatividad, “Y he aquí, traían un talento de plomo, y una mujer estaba sentada en medio de aquel efa. Y él dijo: Esta es la Maldad; y echóla dentro del efa, y echó la masa de plomo en su boca”. (Zacarias, 5: 7-8)
Desde tiempos muy remotos existe la equivalencia entre las mujeres y el mal, muy especialmente en la Biblia donde se ve a las mujeres como causa del pecado original y de la perdición. “la mujer es el otro, opera en forma reiterada. Definida como pura negatividad, se materializa en su asociación con el demonio, con el mal, con lo impuro”. (García: 2003: 157)
Por todo ese discurso del mal, enseñado a través de los siglos, es lógico que la sexualidad de las mujeres quede escondida por ser considerada algo impuro; “Y cuando la mujer tuviere flujo de sangre, y su flujo fuere en su carne, siete días estará apartada; y cualquiera que tocaré en ella, será inmundo hasta la tarde.” (Levítico 15: 19) El ciclo menstrual y la luna son vistos como un tabú, la menstruación es considerada como algo sucio e innombrable, por ende malo. “Hemos interiorizado el horror a lo oscuro. No han tenido ojos para ellas mismas. No han ido a explorar su casa. Su sexo les asusta aún ahora. Les han colonizado el cuerpo del que no se atreven a gozar”. (Cixous, 1995: 21)
Flor Cecilia Reyes re-configura todo lo dicho con respecto al tema, “Lunar” unifica a la luna con las mujeres en un rito para re-significar la experiencia y convertirla en un periodo positivo, esta re-significación se lleva a cabo por medio de una limpia con gardenias, aceites, inciensos y pirú, logrando ver a la menstruación como un privilegio femenino por estar relacionado con la vida.
Así pues, el rito de limpias y ungimientos está destinado a dejar a un lado los miedos y el silencio, equiparando el ciclo lunar con el ciclo fértil y psíquico de las mujeres, buscando comprender al ser, a las individualidades femeninas, en específico al cuerpo femenino.
La vida de la mujer sigue un tanto oculta, un rítmico subir y bajar que se corporiza en un siempre repetido, en un siempre nuevo círculo que determina armónicamente todas sus manifestaciones. Tanto corporal como intelectualmente no se expresa en una linealidad que constantemente impela hacia adelante, como si el simple hecho de su vivir se plasmara círculo a círculo. (Salomé, 1998: 28)
Las mujeres son la totalidad definida a partir de la circularidad, tal como el ciclo menstrual, lunar y psíquico, todos estos ciclos nos brindan la seguridad y la plenitud, lo sexual y lo psíquico están conectados en las mujeres, así las mujeres se convierten en la imagen del todo como un mundo autosuficiente, ellas son símbolo del nacimiento, de la fertilidad, de las madres, de la sabiduría, de la vida y de la muerte, “Sangras, pero al sangrar, qué paradoja,/ a la vida conmueves y le agradas/ y esos días, siguiendo tus oleadas,/la luna se aparece también roja”. (Pedro Miguel, 2014)
La sangre muestra la paradoja de la menstruación, pues aunque pareciera asemejarse a la muerte, puesto que las mujeres sangran, esa sangre no es más que inicio y fin de ciclos, señala la vida y la fertilidad al mismo tiempo que reafirma la circularidad del vivir femenino, en este caso del vivir de los cuerpos femeninos.
Por medio de esta re-configuración, las mujeres logran sentirse plenas con su totalidad de ser, el cuerpo femenino con toda su sabiduría logra la unificación del uno con el todo, es decir conjunta el ser femenino con el mundo para entender lo desconocido, en este caso, la menstruación y su relación con los ciclos del universo, en especial con el ciclo de la luna y los ciclo psíquico femenino.
Para explicarlo mejor se propone el siguiente diagrama, en el cual se unifica el ciclo lunar, el menstrual y psíquico de las mujeres, al mismo tiempo se marca la relación de estos con algunos arquetipos griegos que señalan a las mujeres como totalidad, lo cual ayuda a re-significar la experiencia femenina, pues nos muestra a las mujeres como parte importante del cosmos. Cabe señalar también la importancia de los arquetipos femeninos, pues así podemos deshacernos de la idea falsa y negativa que se tiene sobre la menstruación para empezar a asumir a las mujeres como Diosas poseedoras de dones que servirán para una re-significación del cuerpo femenino.
Figura 1: Arquetipos femeninos, fases de la luna y etapas de la menstruación.[1]
Así pues, podemos darnos cuenta cómo las mujeres viven lo sexual en el ámbito físico, surge una nueva existencia con cada ciclo menstrual y psíquico, pues el ciclo menstrual como ya lo hemos mencionado es vida y muerte, es inicio y fin.
Otro ejemplo claro en donde el discurso de las sociedades patriarcales ha intervenido para la configuración del cuerpo femenino es en la maternidad, pues a lo largo de la Historia se ha hablado de la maternidad como símbolo y característica de lo femenino, pues son las mujeres dueñas del don de la fertilidad. Está relación ha sido en gran medida determinada por la cultura.
El cuerpo y su correlato en ese contexto, la maternidad, son construcciones culturales […] de un discurso sagrado, el del cristianismo, pero que luego de la travesía recorrida puede también compartir los territorios de una filología del lenguaje, o ¿por qué no? de una exégesis de la Biblia […] (García, 2003: 143)
Desde la Biblia notamos la esterilidad como un castigo, cientos de años después, durante cierto feminismo existió un rechazo a unir lo femenino con lo maternal. Por otro lado, la cultura ve la mujer como alguien lleno de deseos imposibles de conseguir y por tanto lo sustituyen por uno sólo, tener un hijo. Pues bien, la maternidad ha sido estudiada desde varias perspectivas en donde las mujeres por ser fértiles, y los hijos procreados son los protagonistas de todos estos estudios, lo cual no queda ajeno a nosotros, pues se busca dilucidar cómo el cuerpo femenino es visto durante la maternidad.
La poesía de Flor Cecilia Reyes re-significa esta experiencia, pues lejos de verla desde una perspectiva negativa y dolorosa físicamente, ve el proceso maternal ligado con la cuestión erótica y con el placer, es decir la maternidad se une con el Eros, pues lo maternal y lo erótico representan una pulsión vital.
El feto crece no sólo al ritmo del latido de su corazón y del de su madre, sino también al ritmo del movimiento del útero en el que vive. La pulsatilidad, es decir, la secreción rítmica de las hormonas es la otra parte de la pulsatilidad del útero. Y esta pulsatilidad es la misma para ambas simbiontes. Gestar es también mecer y ser mecidos. (Rodrigañez, 2010: 214)
Flor Cecilia re-significa el periodo maternal, para verlo desde la perspectiva de gozo, amor y ternura hacia otro individuo, no sólo desde el ámbito carnal y espiritual sino desde el aspecto biológico, Casilda Rodrigañez nos explica que la maternidad puede verse como proceso erotizador, ya que los movimientos de la pelvis ocasionan una especie de orgasmo en el feto.
El estado de gravidez en una mujer que se ha hecho adulta desarrollando su sexualidad, es un estado sexual placentero; la gravidez del útero sobre nuestra cavidad pélvica se siente con sumo placer; es un ‘peso’ que no sólo no nos hace sentir ‘pesadas’, sino todo lo contrario, flotantes; es una sensación pre-orgásmica casi permanente que se expande hacia la criatura en gestación y la envuelve en fluido amoroso del mismo modo que la envuelve el líquido amniótico. (Rodrigañez, 2010: 214)
La cuestión física es importante, por medio del cuerpo algunas mujeres obtienen placer no sólo para ellas como madres sino también para las criaturas, “la mujer puede erotizarse con su propio cuerpo, el hombre no.” (Manca, 1989: 24) Por ello, las mujeres como el feto en desarrollo son objeto de una especie de pre-orgasmo que las llena de tranquilidad y de una sensación de bienestar sustituyendo la idea de que el proceso de preñez es cansado y doloroso.
Flor Cecilia Reyes le da una valoración importante a la maternidad, no ve a la criatura como un simple deseo, sino como algo más allá, en el feto se enaltece el amor maternal, así la criatura se vuelve en centro del mundo donde se propaga el amor materno sin fronteras.
PREÑEZ
El pez deviene
mariposa
despacio
remonta la marea,
el misterio, los sentidos,
oculto en la tibieza
del capullo del mar.
No me cabe el asombro
de esta larva amorosa
del hijo que me crece.
(Reyes, 2013: 95)
Ciertas simbolizaciones acerca de la maternidad la ligan al mar, el agua sirve para el nacimiento de la nueva semilla, es símbolo de vida y creación, la próxima llegada de un nacimiento. Puede sugerir también cierta analogía con el líquido amniótico que ayuda al feto a desarrollarse y por el cual se transmiten las emociones al nuevo ser.
La mujer en la experiencia materna sigue siendo el suelo que nutre la pequeña doble semilla dentro de sí, para sacarla cuando ya no es una parte, un hecho, una actuación de los padres, sino un ser pleno y a su vez capaz de reproducirse. (Salomé, 1998: 17)
El poema es ejemplo de lo dicho por Casilda Rodrigañez, se deja a un lado la connotación negativa, la maternidad se convierte en un periodo placentero en el cual se asumen los cambios físicos lejos del dolor para llenarlos de asombro y amor, estos cambios permiten a la “larva amorosa” crecer y desarrollarse permitiendo a la madre y ella misma sentir bienestar y placer.
La autora nos explica el proceso de embarazo mediante la transferencia de las cualidades de un animal en el otro, es decir lo que pareciera corresponderle al pez se lo adjudica a la mariposa y viceversa, logrando así metáforas como “capullo de mar”, esto nos ayuda a entender el proceso de gestación, donde el ser humano que se desarrolla en el vientre de la madre, necesita de ella para subsistir y mantenerse con vida propia, pero no es un proceso doloroso físicamente sino placentero.
Flor Cecilia Reyes no ve como un hecho negativo los cambios físicos que sufre el cuerpo femenino con la maternidad, al contrario hace de ello una alabanza, ve el cuerpo de las mujeres como poseedor de un don, capaz de dar vida a otro ser, así las mujeres pasan a ser creadoras de una criatura con vida propia. La poeta ayuda a deshacerse de la falsa idea sobre el embarazo, pues no lo sugiere como un hecho estorboso a las diferentes actividades, ella no vive el embarazo como un mal, sino como un estado de gozo y bienestar.
Por otro lado, el periodo de la preñez está íntimamente ligado con lo erótico, pues el eros es el predominante en esta etapa, nos hace querer estar vivos, por ello vivir y amar son en sí la misma cosa, pues durante el embarazo se libera la oxitocina, “la hormona del amor, y que, lejos de estar cargadas de odio o de instintos tanáticos, sólo deseamos amar y ser amadas; en ese estado de inocencia, vivir es flotar en el ambiente y flotar es amar”. (Rodrigañez, 2010: 220)
Hay en la poesía de Flor Cecilia Reyes un ejercicio de la re-significación de la maternidad, ella no ve este proceso como una enfermedad sino como la posibilidad de dar vida, el embarazo lejos de verlo como un proceso cargado de negatividad por el dolor físico que conlleva lo ve como un hecho placentero tanto espiritual como corporalmente.
En conclusión, el discurso de las sociedades patriarcales han violentado el cuerpo femenino a través del lenguaje, violencia que encuentra sus raíces en la desigualdad entre los géneros, es decir, en cómo se construyen los modelos de masculinidad y feminidad y en las relaciones sociales entre hombres y mujeres, que implican la subordinación de estas últimas.
En este sentido el mundo de la literatura, nos abre las puertas para escapar de los discursos que nos han impuesto las sociedades patriarcales acerca del cuerpo femenino para formar uno nuevo a través de la palabra poética, un discurso que nos ayude a re-configurarnos desde el puño y letra también femenino, para que dejemos de tenerle miedo a nuestro propio cuerpo, dejemos de violentarnos a nosotras mismas y empecemos a re-significar las experiencias que vivimos desde nuestro cuerpo.
Todo el mundo sabe que existe un lugar que no está obligado económica ni políticamente a todas las bajezas y a todos los compromisos. Que no está obligado a reproducir el sistema y es la escritura. Y si hay otra parte que puede escapar a la repetición infernal está por allí, donde se escribe, donde se sueña, donde se inventan los nuevos mundos. (Cixous, 1995: 26)
Es así como la poesía de Flor Cecilia Reyes re-configura este discurso patriarcal para ver al cuerpo femenino de una forma distinta, ella usa también el lenguaje, pero esta vez para re-significar el proceso menstrual y la experiencia materna; por medio de la palabra es capaz de unificar algunos procesos biológicos (menstruación y embarazo) del cuerpo femenino con el mundo y con el placer para las propias mujeres, alejarlo de todos los discursos patriarcales negativos para que, por medio del discurso poético se acerque a una visión positiva del mismo.
Lista de referencias
Cixous, H. (1995) La risa de la Medusa. Ensayos sobre escritura. Barcelona, Anthropos.
Flores, G. (2007) El miedo a la luna. La construcción del mal en la subordinación de género. En Gonzalez, M. (Coords.) El mal y sus discursos. Reflexiones para una visión ética del mundo. México, Porrúa, pp. 137-161.
García, A.M. (2003) La Biblia no ama a las mujeres: del Génesis a Efectos personales de Francesca Duranti. En Piña, C. (Eds.) Mujeres que escriben sobre mujeres (que escriben.) Buenos Aires, Editorial Biblos, pp.143-169.
González, A. (1995) Justificación teórica: fundamentos feministas para crítica literaria. En Gonzalez A. (comps) Sin imágenes falsas, sin falsos espejos. Narradoras mexicanas del siglo XX. México, El Colegio de México, pp. 13-48.
Lou-Andreas, S. (2003) El erotismo. España,El Barquero.
Manca, V. (1989) El cuerpo del deseo. Antología de poesía erótica femenina. México, UAM-Universidad Veracruzana.
Pedro Miguel. (2014, 4 de Septiembre) Navegaciones: días de sangre. La Jornada. Recuperado de: http://www.jornada.unam.mx/2014/09/04/opinion/044o1soc
Reyes, F.C. (2000) Cómo una luz callada. México, Ediciones del H. Ayuntamiento de Toluca.
Rodrigañez, C. (2007) La represión del deseo materno y la génesis del estado de sumisión inconsciente. Murcia, Ediciones Crimentales S.L.
Rojas, E. (Eds) (2013) Casa propia. Antología poética (1985-2010) México, FOEM.
–Sonia Sánchez Vilchis. Nací el 06 de marzo de 1991 en un municipio del Estado de México llamado Almoloya de Juárez, actualmente radico en Toluca, Estado de México.
Desde pequeña he amado la palabra y las letras por su poder de expresar todo aquello que pensamos y sentimos; al igual que amo la escritura porque nos ayuda a decir todo aquello que no decimos de viva voz, por tal motivo, desde primaria y secundaria participé en concursos y eventos relacionados con la lectura y la escritura.
Motivada por mi amor a las letras, estudie la Licenciatura en Letras Latinoamericanas (2009-2014) donde participé en varios congresos, potencias y publiqué un artículo en la Revista Universitaria; también escribí mi tesis sobre la poesía de Flor Cecilia Reyes.
Actualmente, soy profesora del Nivel Medio Superior, impartiendo las materias de Taller de Lectura y Redacción, Lenguaje y comunicación, Comprensión lectora y Literatura.